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Significado y elementos del Altar de Muertos.


El siete de noviembre de dos mil tres la UNESCO reconoció y declaro la festividad indígena mexicana del Día de Muertos [y sus elementos adyacentes] como Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad.  

Los motivos para que la agencia de la ONU hiciera ésta declaración fueron, entre otros, porque la festividad reviste una importancia considerable en la vida cotidiana de las comunidades indígenas por la dimensión de la muerte que propone. 

Además, se resalta el hecho de que es una emanación de la religiosidad popular que combina -magistralmente- el pensamiento prehispánico con la ideología importada al Nuevo Mundo por los europeos.

El maíz, el final de su ciclo, coincide con la fecha de la celebración [que duraba todo el mes de agosto] e intenta, por medio de un camino de flores, velas y ofrendas facilitar el retorno de las almas, por una noche, a la Tierra en los días en el que el mundo de los muertos se fusiona con el de los vivos.

Para conocer un poco más acerca de la tradición es importante remontarnos a la mentalidad indígena prehispánica de la época [previa la llegada de los españoles a lo que hoy es México] antes del siglo XVI.  

Morir era el inicio de un viaje hacia Mictlán, el reino de los muertos descarnados [o Xiomayan] en el cual duraba cuatro años para después ser asignado a su lugar de descanso eterno; los conquistadores traducirían la palabra como infierno [coincidiendo con la mentalidad cristiana]. 

Desde sus orígenes, el cristianismo ha asociado a la muerte con un cielo-premio, infierno-castigo; los conquistados no lo veían así pues consideraban que, dependiendo del tipo de muerte, el destino final era diferente. 

Tlalocán, o el reino de Tláloc, era el lugar donde finalmente varaban los que morían con asuntos relacionados al agua; Omeyoacán era la casa de las mujeres que morían durante el parto, hombres muertos en la guerra y los sacrificados, éste lugar era gobernado por Huitzilopochtli, dios de la guerra.

En el Micatlán, si morían por muerte natural, descansaban eternamente; los niños llegaban a Chichihuacuauhco, que, dicho se paso, tenía un árbol donde brotaba leche de las ramas para que éstos se alimentaran. 

Como mencioné anteriormente, aunque tradicionalmente se entiende que el primero y dos de noviembre son los días de muertos [debido a la influencia del catolicismo con sus festividades de todos los santos y fieles difuntos, respectivamente] 

Aunque los pobladores prehispánicos iniciaban sus ritos desde mucho antes la tradición se ha conservado fusionada con la mentalidad europea cristiana quedando más o menos así: 

El veintiocho de octubre es destinado a recordar a aquellos que murieron de manera trágica o violenta; el treinta y treinta y uno se recuerda a los niños, el primero de noviembre [con más injerencia católica] a aquellos que vivieron una vida ejemplar [todos los santos]; y finalmente el dos [el día grande de la festividad] a todos los muertos. 

Como consecuencia del sincretismo religioso originado por la mezcla -que terminó haciéndose homogénea- del pensamiento y festividades europeas y prehispánicas, se rescatan diferentes elementos tradicionales de la festividad del Día de Muertos, uno de éstos y de hecho el más significativo es: el Altar de Muertos.

El altar se pone porque se tiene la creencia -tradicionalmente- de que el alma del difunto regresa a la Tierra para convivir con los vivos y consolarlos por su partida. 

Existen varios tipos de altar, el tradicional se conforma de siete niveles -que se creen son los pasos para llegar al cielo- aunque se pueden encontrar de dos -representa cielo e infierno- o tres niveles -se agrega el purgatorio-.



En el primer nivel -hablando del Altar de Muertos tradicional- se coloca la imagen del santo al que el difunto fue devoto. El segundo se destina a las almas del purgatorio pues si el fallecido se ubica ahí necesita pedir permiso para salir. 

Un poco de sal es colocada en el tercer nivel y simboliza la purificación necesaria para poder salir del lugar de los muertos; en el cuarto se coloca pan para las almas que van de camino.

Alimentos y comida favorita del muerto son colocados en el quinto nivel; en el sexto se ubica la foto del o los difuntos a quien esté dedicado el altar y en el último nivel irá una cruz formada por ceniza. 

La infografía superior muestra algunos de los elementos tradicionales que conforman los típicos altares de muerto mexicanos, acá los menciono detalladamente [pueden dar clic a la imagen para verla en mejor resolución y en una nueva ventana]:
Calaveritas.
De azúcar o chocolate y representan la presencia de la muerte; se suelen colocar tres para conceptualizar a la Santísima Trinidad.

Papel picado de colores.
Es la unión entre la vida y la muerte. El negro y morado simbolizan luto mientras que el naranja representa a la vida.

Banquete.
Con éste celebran la llegada de las ánimas; además se suelen colocar las cosas favoritas del difunto como alcohol, cigarros, dulces, etc.

Copal e incienso.
Ahuyenta los malos espíritus y purifica el lugar.

Plato con sal.
Purificación para no corromper el alma durante su viaje de retorno.

Cruz de cal en el piso.
Representa los cuatro puntos cardinales.

Camino de flores de la puerta al altar.
Para guiar el camino de las almas a la ofrenda de muertos.

Juguetes.
Para la diversión de los niños difuntos.

Velas y veladoras.
La flama guía a las almas hacia el altar. Por tradición son de color morado y blanco que simbolizan pureza y duelo, respectivamente.

Objetos personales.
Se colocan elementos que el difuntos utilizaba con frecuencia.

Comida típica para la ofrenda.
Puede contener, arroz, mole, calabazas, frutas de temporada, etc.

Vaso de agua.
Para mitigar la sed de las almas y fortalecer su regreso.

Pan de muerto.
Representa la generosidad del anfitrión así como el regalo de la tierra misma.

Flores.
Las blancas significan: el cielo, las amarillas (cempasúchil) guían a los espíritus y significa la Tierra. Las flores moradas representan el luto.

Farol o estrella de luz.
Para que los difuntos no pierda su casa.

Actualmente la celebración consta solo de dos días: el primero de noviembre destinado a las ofrendas por los niños difuntos, y el dos a todos los difuntos.

Imagen | Flickr
Infografía | QUO.mx
Información Adicional | UV

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