La circuncisión explicada desde el judaísmo.
Si hablamos de ritos iniciales religiosos encontramos una gran variedad de ellos. La sociedad contemporánea a cuestionado a muchos por diferentes causas pero pone especial énfasis en aquellos en los que los niños son, sin su consentimiento, introducidos a una denominación religiosa.
Uno de éstos es el de la circuncisión dentro del judaísmo el cual tiene sus bases en su libro sagrado ya que por orden divina el patriarca Abraham se la realizó como signo de una alianza con la deidad -según los textos, hace 4500 años-.
Actualmente es realizado por un mohel -circuncidador- y la celebración posee el nombre de Brit Milá; se efectúa al octavo día del nacimiento del varón no importando si ésta cuenta cae en sabbath -día de descanso obligatorio-.
El rabino dr. Nathan López Cardozo [1914 - 2006] considerado como embajador de las conciencia judía, habló un buen día acerca de la opinión judaica de éste vital rito para la religión pilar de las grandes religiones monoteístas del Orbe.
Acá un poco de sus reflexiones.
La circuncisión se realiza en tal órgano para manifestar que la tradición y la pertenencia a su dios pasará de generación en generación. Dicha señal es para que el judío recuerde, por siempre, que pertenece a su deidad.
Tener la capacidad de oír -sentir- un murmuro de Alguien más allá es lo que genera, en el ser humano -explica el rabino- esa sensación de generar para sí un motivo y significado a la existencia.
El hombre religioso no descubre en la vida algo hecho solo para pasarla bien sino que ésta esconde en sí -la vida misma- un motivo más allá -que en su caso lo da YHWH, su dios-.
Ciertos valores, explica el experto, sobrepasan la preocupación por lo mundano ocasionando que en diversas ocasiones el hombre esté dispuesto a realizar sacrificios incómodos y dolorosos.
En base a dicha lógica el judío justifica que si un sacrificio mundano se justifica para obtener algo, de la misma forma uno físico valida la existencia humana del individuo.
Pero el experto no se queda ahí. Plantea, como justa, la pregunta acerca del derecho de los padres de asignarle a sus hijo una misión -pacto religioso- que quizá de grande él no deseará cumplir.
Ante ello responde con lo siguiente: ¿qué derecho tienen los padres de traerle al mundo sin darle una misión elevada?
En base a que si existe algo más doloroso que traer hijos a la vida sin una razón justificable el analista aterriza con que una vida sin compromiso no es una vida en absoluto; algo similar, en idea, al planteamiento de Sócrates respecto a que una vida sin pensamiento no merece ser vivida.
López Cardozo considera que tanto judíos como gentiles -los no judíos- tienen el deber de transmitirles a sus hijos un firme compromiso con un fuerte y significativo propósito ya que la dignidad del ser humano están en relación con sus obligaciones además de que ésta -la dignidad- tiene que estar por encima del placer.
Brindar esa facilidad -dentro del judaísmo con la circuncisión- es abrirles la opción a la alegría verdadera pues si lo bloquean limitarían la oportunidad de que cada judío le de un valor más elevado y auténtico a la vida en el mundo. Ésto último, alega Cardozo, se alcanza solo con dificultad e incomodidad.
El pequeño podrá, válidamente, rechazar la ventana de oportunidad que le brindaron sus padres pero no podrá negar nunca que éstos lo concientizaron acerca de una misión que para ellos merece la pena ser vivida para alcanzar la felicidad plena y auténtica.
Dentro del judaísmo se cree que el hombre no es dueño de su cuerpo y que, por tanto, éste no es libre de realizar lo que él quiera consigo; para ellos -los judíos- el cuerpo es algo prestado por la deidad y que pertenece a ella. Así pues los padres, al realizar el rito del Brit Milá, transmiten esa idea a su pequeño.
La única manera de manifestar en lo que se cree es realizar el acto. La circuncisión, por tal, es la forma en que los judíos tienen de transmitir el significado de la vida a sus hijos, obligándolos a cumplir con el pacto milenario del pueblo hebreo con la deidad.
Circuncidarse es, para la judíos, ser partícipes de la promesa de vivir una vida con una gran misión, es el sello divino marcado en la carne humana. Y se realiza el marcaje en la carne porque el alma -quien está comprometida con su Creador- usa al cuerpo como el compañero que le permite al hombre servir a la deidad.
Nathan López incluso compara el gesto judío con el rito cristiano del bautizo Los judíos, argumenta, creen en lo físico y en la acción no solo en la fe y espiritualidad.
El echar agua a alguien, justifica, es insuficiente ya que el judaísmo exige que el cuerpo sea transformado y si éste no logra vivir convincentemente la impresión física será un recordatorio de lo que implica residir en la presencia de la divinidad.
El niño, por consecuencia, tendrá siempre consigo un recordatorio físico de lo que es -y se necesita- para vivir una vida con un valor más elevado, una vida que requiere de constante sacrificio. Es por esto, analiza el experto judío, que el rito es algo más que un simple gesto religioso.
A partir del rito, concluye el rabino, el niño ingresa al pacto milenario con la deidad además de que inicia su camino hacia la santidad, que es -aunque todavía lo desconoce en ese momento- la misión más gratificante y satisfactoria que la vida le puede ofrecer: convertirse en un sirviente de la deidad y una bendición para las naciones.
También Nathan considera que el gesto -que dura pocos segundos- crea un lazo de eternidad, tanto con la divinidad como con el pueblo. Realizar la circuncisión mantiene viva a la comunidad por medio del vínculo ancestral que los une para siempre.
Imagen | Mailema
Fuente | Al filo de la ley.
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