El origen del mal.
La fotografía con la inicio el artículo es dura y sobre todo llena de contrastes; para analizarla creo que es bueno explicar su contexto: cada mes The Big Picture publica una galería nada alentadora de imágenes capturadas en tierras afganas, tanto de las tropas norteamericanas -que prometió Barack se irán en 2015- como de los invadidos mostrando con ello un poco de lo que nada dicen los diarios acerca de la actualidad sobre la ocupación de Afganistán.
La imagen forma parte de la galería del mes de mayo [2011] y en ella podemos apreciar fácilmente como un niño, afgano, le da la mano a un soldado invasor. Curioso pues los padres del menor, lo más probable, si viesen al militar, es que le dispararían a quemarropa, y con justa razón, podríamos decir. Claro, dicha justa razón es solo aplicable desde la óptica del invadido aunque nada justifica responder violencia con violencia.
Mucho se dice sobre la conducta humana; que el hombre tiende al pecado reza la teología cristiana, que nacemos con una mancha -invisible- que solo podemos borrar con un bautismo, que somos ateos de nacimiento... pero evidentemente hay algo que caracteriza a todo infante: su inocencia o aparente ausencia de maldad más allá de la famosa conciencia y concupiscencia.
Un menor no tiene, entre otras cosas, pudor; la sociedad ha sido la encargada de delimitar al pequeño sobre lo que está bien o mal, sus padres se encargarán de enmendar lo que consideren es una conducta negativa y premiar las positivas, claro, esto según la percepción personal de los padres del infante.
La maldad quizá podríamos decir es igual que el pudor, en parte, puesto que la malicia, como se dice comúnmente, es algo que el pequeño va adquiriendo conforme pasa el tiempo pero sobretodo va aprendiendo al paso de la observación de su entorno.
No podemos saber qué pasa por la mente del pequeño cuando vio al soldado. Quizá imagine que es algún especie de ángel, Mahoma reencarnado, una ilusión, un amigo imaginario... todo menos un enemigo.
Los enemigos surgen de, creo, dos cosas: alguien me estorba para alcanzar mi meta o ese alguien está en contra de mi verdad ¿pero acaso en este mundo tan loco no puede existir el punto medio en donde si tengo un estorbo lo rebaso, sin destruirlo, y si la corriente va en mi contra me cambio de río?
El soldado de la fotografía sabe que lo saluda un rival, un objetivo al que tiene claro debe destruir, aniquilar pero ¿qué le ha hecho este ciudadano? saludarlo, con una sonrisa.
¿Quién es el malvado?
El hombre tiende al mal por causa del pecado original... ¿será? Creo más bien que el hombre se deja llevar al mal en manos de, precisamente, su prójimo.
Este pequeño nos brinda una gran lección, práctica y aplicable a la vida: el mal no está en la raza humana -original- sino en el deseo enfermizo de dominar, humillar y someter al otro. En pocas palabras: el egocentrismo de unos ocasiona el mal de todos.
En la fotografía vemos también algo importante: no importa la religión para amar al otro. El niño aunque aparentemente es musulmán, no creo, sinceramente, conozca y entienda al menos los cinco pilares de dicha religión. Podríamos decir que es un ateo al que le están enseñando a amar a un dios pero a pesar de ello ya ama, y a alguien más importante, a su hermano de especie.
¿Saludarían cortésmente al asesino de sus amigos? Un niño nos da el ejemplo de que sí.
Imagen | The Big Picture
[afganistán, invasión, eu, amor al otro]
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