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¿Es bueno recordar las tragedias?

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Seis millones de judíos fueron brutalmente asesinados en la, y desgraciadamente famosa, solución final u holocausto en un intento encabezado por Adolf Hitler y Heinrich Luitpold Himmler por erradicar de Europa a la  población judía en la ya lejana década de los treintas y cuarentas [de los 1900´s].

Los israelitas a lo largo de su historia, tanto la bíblica como la crónica, han sido víctimas más que victimarios. La paz y tranquilidad nunca los ha acompañado del todo, y vemos que incluso el territorio considerado Tierra Santa sigue siendo es el epicentro de un sinfín de ataques bélicos pero, aunado a todo lo que han vivido hay algo por rescatar: el pueblo, la estirpe, se ha mantenido a lo largo de muchísimo tiempo.

¿Cómo lo han hecho?

Algo que también los ha caracterizado es su fe, algunas veces tambaleante pero constante, en su deidad. Dios, a lo largo de la historia, y en boca propia o de profetas y mensajeros, ha ido guiando su camino, enderezando su andar y nunca los ha dejado solos fortaleciendo con ello su esperanza. Al menos, así lo conciben ellos.

La memoria, su buena memoria, también es parte fundamental para su renacer como aves fénix frente al abismo. Para el oriental el recordar, con vigencia, hechos trágicos y grandiosos pasados les fortalece, los transforma. Esto mismo lo podemos constatar en toda su literatura sagrada [Antiguo Testamento] donde una y mil veces evocan tanto sus hazañas como desgracias. Y con eso, lejos de ser un martirio o anhelo tonto, les motiva.

Y es que ante adversidades como la conquista romana, alemana, asiria o babilónica de la que fueron parte ¿cómo mantenerse firmes como pueblo? Evocando lo bueno que habían conseguido como pueblo y recordando, con fines didácticos, lo malo.

Abriendo un paréntesis un poco extraño menciono un dato que llamó mi atención. Con ocasión al aniversario número cien del hundimiento del trasatlántico RMS Titanic [15/abril/1912] algunos cientos de personas [en su mayoría jóvenes] se preguntaban, vía redes sociales [Twitter], si el barco realmente existió o fue un invento cinematográfico ya que ellos, aseguran, lo único que relacionan con el nombre es la película de James Cameron estrenada en 1997. ¿Terrible, no?

Acabo de descubrir que el Titanic fue real –escribió una de las primeras personas en desatar la bomba en Twitter– y de eso, terriblemente, pueden ser víctimas muchas tragedias de la humanidad. En lo personal me pasa cuando veo una película acerca del holocausto pero de manera inversa: Y pensar que esto fue real…

Con la memoria fresca, cada año los judíos celebran a sus compatriotas caídos, el pueblo hebreo ha buscado a través de los siglos mantener presente todo lo que ha acontecido en su historia: bueno y malo; siempre intentan luchar contra la corriente y, si erraron en algo, luchan por enmendarlo.   

En épocas épicas y célebres hebreas fueron los profetas –llámese mayores, menores, postexílicos– y ahora son su sin número de celebraciones que, a lo largo del calendario, recuerda eventos tráficos de su historia y los momentos claves que los constituyeron como pueblo.

Recordar, desde luego, es siempre bueno. Nos ayuda a proteger y prevenir futuros eventos similares. Las grandes tragedias humanas, luego de descubrir el por qué y remembrarlas, han impulsado métodos más seguros, procedimientos casi perfectos he intentado, con ello, evitar que acontezcan nuevamente.

Es bueno mencionar que recordar con melancolía y lamento es negativo ya que siempre tiene que hacerse en pro de un beneficio. Se debe de hacer resonar un hecho con el fin de buscar renovarse; cambiarlo en su mayoría de veces es imposible pero las desgracias siempre traen consigo purificación [de cosas que funcionan mal] y una significativa invitación a renovarse.

Recordar y cambiar es lo importante. Traer de nuevo a la mente un evento para lamentarse es, sin duda, hacer que la tragedia suceda nuevamente.


Imagen | Armando Maynez
Nota del Titanic | El Confidencial / Sopitas

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