¿Cómo identificar a un homosexual?
En septiembre del dos mil once estuvo disponible por algún tiempo [entre el veinticinco de septiembre al seis de octubre] una polémica App para Android de la cual desde el nombre se sabía era ridícula: Is my son gay? [¿Es mi hijo homosexual?].
Por medio de veinte preguntas el programa aseguraba plasmar las probabilidades de que o el entrevistado o quién respondía por otro [como los padres sobres sus hijos, a quienes estuvo destinada la aplicación] fuera homosexual. Desde luego la comunidad lésbico-gay de los EU la bombardeó como homofóbica y, como comenté en un inicio, lograron retirarla después de haber ganado algunos centavos con ella [el costo por descarga era de 1.99 dólares].
Ahora la opción de identificación [léase con sarcasmo] no es ni un nuevo software ni mucho menos se basa en algún test o cosas similares. No suelo hablar de mi en éste espacio [pese a que es catalogado como un blog personal] ya que busco que la bitácora sea una especie de lugar de reflexión, diálogo y opinión desde una perspectiva que, aunque personal, se mantengan al margen de mí.
Hoy haré una excepción ya que la experiencia de vida que plasmo, considero, sirve para rescatar algunos elementos importantes.
El ambiente o contexto social en el que nos desenvolvemos suele tener la característica de estigmatizar o catalogar a una persona en base a ciertos patrones; seguir modelos de conductas, pre-establecidos, en una comunidad es la base para determinar el perfil de las diferentes personas; no seguir dichas normas [o mezclar listas de conducta en una misma persona] suele ser la punta de lanza para tachar a alguien de raro, con tintes despectivos.
Y casi siempre el ser diferente conlleva la búsqueda inalcanzable de, por cualquier medio, pretender ofender. Lo pondré claro. En mi centro de trabajo -en el que en verano de dos mil doce cumplo un año- aseguran y me catalogan como gay. ¿Terrible? ¡Para nada! Lo horroroso es lo que llevó a mis apreciados compañeros/as a realizar dicha afirmación.
Antes que nada y quizá lejos de intentar catalogarme como una persona homosexual buscan con su afirmación ofender. Pretenden con el uso del adjetivo calificativo dañar y lastimar [mi autoestima, ¡qué se yo!]. ¿Qué han conseguido? Que me muera de la risa.
Triste es vivir el hecho de que en mi país, o al menos en la zona geográfica en la que vivo [Guadalajara, al occidente de México], las personas de clase media piensen que ser homosexual [obvio, usan palabras prerrogativas] es malo. Casi casi y creo que no soy extremista ven al ser humano con preferencia amorosa/atractivo a su mismo sexo como alguien estúpido, idiota, leproso. Pero lo peor es que no es solo en México sino la idea se extiende, terriblemente, a todo el Orbe.
Es éso lo que me motiva a redactar este artículo usándome como referencia. El que me digan o piensen que soy gay no me ofende porque en primer lugar respeto la diversidad, admiro al ser humano en su sentido íntegro y tolero que alguien sea diferente [¿qué es ser diferente, cuestióneme yo?] a mi.
Como segundo punto tengo y convivo, tanto en persona como on line, con varios hombres y mujeres que, abierta o discretamente, me han confesado su pecado sexual.
Para mi la inclinación sexual es técnicamente algo irrelevante; sé que no se compara, quizá es torpe la idea, pero es como si él o ella fuera fanático del golf y a mí no me atrajera para nada. Son diferencias que permiten lo maravilloso de la humanidad: que seres humanos diversos, tanto en cultura como en pensamiento, convivan y creen lazos de amistad y unión.
Volviendo a lo que me acusan. La causa del que me llamen así es todavía más irrisoria que la aplicación para los Androids. Lo que pasa, sencillamente, es que no entro dentro de las conductas normales de todo empleado joven que ha entrado antes y después de mi. ¿Cuál es el afamado top?
Borrachos. Mujeriegos. Amantes del ocio, a lo mucho estudiantes de preparatoria o cursándole. Mal hablados, albureros [hablar en doble sentido, con tintes sexuales], apasionados por la pornografía tanto impresa como en vídeos o sitios web. ¡Ah! Y tener un par de zapatos deportivos color rosa que he combinado en algunos momentos con camisetas con tonalidades pastel.
No es que sea un santo pero estudio una carrera [que pretendo también ejercer] un poco intelectual o al menos que exige una lectura constante y nutrida lectura diaria [recordemos que el dato más reciente -marzo, dos mil doce- estima que el mexicano promedio lee casi cuatro libros al año, siendo los de superación personal y cuentos los más socorridos], regularmente o cargo -y leo- el diario local del día, o mi lector de e-books o alguna revista -del mes- de divulgación: Quo, Muy Interesante, Conozca Más por nombrar algunas.
Aunque no tengo un vocabulario elevado no me inclino ni a las palabras antisonantes y mucho menos al albur; la porno no es algo por lo que tenga afición y ni tomo ni novia tengo; por esto esto suelo apartarme de los grupos que se forman previo a la salida o en los descansos. Esas diferencias, y mi calzado, ha desencadenado que, para ellos [y ellas] sea raro, diferente... gay.
Y hay cosas que asustan más. La gente -poca o mucha- que me habla bien, y por ende supuestamente no me juzga, me dijo cuando se dio a conocer públicamente mi apodo:
Yo sé que no lo eres [...] pero y si lo fueras, no te dejaría de hablar. Mi cara aunque disimuló no pudo evitar mostrar tanto la sorpresa como apatía. ¿Tan malo es ser amigo de un homosexual, me pregunté?
Yo sé que no lo eres [...] pero y si lo fueras, no te dejaría de hablar. Mi cara aunque disimuló no pudo evitar mostrar tanto la sorpresa como apatía. ¿Tan malo es ser amigo de un homosexual, me pregunté?
La homofobia y el machismo universal que sigue presente en la humanidad, pese a vivir adelantados a nuestro tiempo, son tanto la misma cara de la moneda [leí la analogía en una columna de El País de Mariano Vargas] como la causa principal de la lucha constante por erradicar, como si de una epidemia mortal se tratara, la homosexualidad.
Dentro de los mismos argumentos que intentan explicar el sentido anti homosexuales de la sociedad destacan en la mayoría de los casos motivos religiosos pero, por ejemplo, en mi centro de trabajo, son todo menos piados creyentes.
Creo que al menos en Latinoamérica si bien influye el pensamiento histórico-religioso-católico-cristiano como un elemento vivo en la conciencia humana, el hecho del desprecio y aislamiento del gay es más por motivos culturales y por el temor masculino de pérdida de identidad sexual que porque dios dice que está mal que te gusten los de tu mismo sexo.
¿Si éste es nuestro presente cultural-social qué podremos esperar en unos años más?
Imagen | Arnybo
Imagen dos | Insutos Cristianos por Internet
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