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Limpiando tu imagen.

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En el artículo anterior (Errores) reflexionaba sobre lo difícil que es cuando uno se equivoca enmendarse o salir del hueco en el que te metes inconscientemente por dicha falla; y  lo peor es que en casi todas las ocasiones el motivo para tardar tanto en recuperarte es el que te señalan recordándote constantemente eso que tú quieres olvidar y superar. 

Al aterrizar en este punto hablaba acerca de la imagen que tiene el mundo de ti y que es la que regularmente se ensucia o cambia como consecuencia de una equivocación. 

La imagen, la ¡bendita imagen!; aquella percepción o definición –a veces inequívoca– con la que la sociedad te etiqueta e intenta adivinar tus actos predeterminadamente ante ciertas situaciones que la vida te va presentando. Dicho concepto de ti es consecuencia de todo lo bueno –y malo– que has cometido frente a las personas y cuando algo que haces se sale del guión de tus actos regularmente repetitivos es cuando esta imagen de ti se ve totalmente afectada.

Y bueno, cometes el error y ¿el siguiente paso es? Encargarte de que el mundo se olvide de tu metedura de pata o al menos que no te lo esté repitiendo cada vez que tiene la oportunidad pues ante las personas perdiste toda credibilidad, confianza o buena fe que por un descuido se borra para siempre… y es que las virtudes son tan difíciles de ver en alguien pero los errores son como un imán que atrae todas las miradas.

En mi particular –y quizá errado punto de vista– soy de los que no le importa qué piensen de mí ni el mundo, ni mi pequeño círculo social ni mi familiar, creo que se te debe de aceptar tal como eres y que si opinan o piensan algo de ti –para bien o para mal– será tu vida misma la que se encargue de poner las cosas en su lugar.

Considero que en este aspecto –como en muchos– la vida no es justa puesto que es inconcebible que se etiquete a un ser humano por un defecto o por un acto hecho muchas veces por dejarse llevar o por descuidar uno o varios aspectos fundamentales de lo que se está haciendo.

El hombre –hablando en términos de especie, digo para evitar ser tachado de machista– vale más que sus virtudes y que sus defectos incluidos; el género llamado humanidad se debe de apreciar por todo lo que es capaz de hacer y si, bueno, quizá entre todo esto se encuentren fallas e imperfectos pero nadie dijo ni mucho menos nadie ha sido perfecto.

Lo de la perfección no lo digo para buscar una buena escusa que solape a todos aquellos que nos equivocamos veintitrés de las veinticuatro horas del día ya que agarrarse de esta apelación es una falsa comodidad y conformismo; el humano consiente de que es imperfecto está llamado a buscar la perfección pese a que en ese camino puede caer en las deficiencias y límites a las que por  leyes naturales estamos regidos.

Somos imperfectos, buscamos la perfección pero cuando cometamos un error lo más sensato y humilde es reconocerlo, pedir perdón y buscar enmendarlo ya que con solo reconocerlo o pedir perdón no se obtiene nada, recordemos: las palabras se las lleva el viento.

Imagen | ervega

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