El verdadero opio del pueblo.
Esta semana (del 6 al 11 de junio, 2010) el mundo vive el ocaso del evento más esperado del 2010: el mundial de fútbol profesional varonil. Karl Marx dijo en 1844 (en alemán) Die Religion ... Sie ist das Opium des Volkes, en español: la religión es el opio del (de los) pueblo (s). Quizá muchos de ustedes, amables lectores, aprueben esta cita, quizás otros no. En mi caso estoy entre de acuerdo y no con la frase.
Primero expliquemos el contexto de la cita del filósofo alemán. La frase aparece en un escrito de Marx, Contribución a la Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel, en un periódico alemán que el mismo pensador publicaba. En dicho artículo se lee textualmente:
Primero expliquemos el contexto de la cita del filósofo alemán. La frase aparece en un escrito de Marx, Contribución a la Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel, en un periódico alemán que el mismo pensador publicaba. En dicho artículo se lee textualmente:
La miseria religiosa es a la vez la expresión de la miseria real y la protesta contra la miseria real. La religión es el suspiro de la criatura oprimida, el sentimiento de un mundo sin corazón, así como el espíritu de una situación sin alma. Es el opio del pueblo.
Se necesita la abolición de la religión entendida como felicidad ilusoria del pueblo para que pueda darse su felicidad real. La exigencia de renunciar a las ilusiones sobre su condición es la exigencia de renunciar a una condición que necesita de ilusiones. La crítica a la religión es, por tanto, en germen, la crítica del valle de lágrimas, cuyo halo lo constituye la religión.
Esta frase puede ser entendida de muchas maneras. El opio en Alemania estaba disponible en esos años legalmente aunque había ya intentos de limitar su venta. Se usó principalmente como analgésico, sedante y anestésico y como fuente de inspiración para algunos escritores. Marx entonces hace una crítica que más tarde sus seguidores –llamados marxistas- terminaron de aterrizar: la gente crea a la religión, y ésta acaba por ser su opio... El pueblo necesita la religión porque habita en un valle de lágrimas.
Ahora volvamos al tema del fútbol. Si bien el soccer, nombre en inglés, es el deporte más popular del mundo y por ende un importante fenómeno social del siglo XX y XXI, suena quizá algo provocador relacionarlo al tema religión. Algunos bloggers tocaron la comparación en los inicios de la justa deportiva tratando de encontrar similitudes y diferencias con la religión. Este post no es el caso, quiero ir, sin ser ambicioso, un poco más lejos.
Marx dice que la religión es el opio del pueblo porque ésta es el analgésico de la humanidad, y es que la religión da esperanza, felicidad, es a quien culpamos de nuestras desgracias, es a quién imploramos. En el soccer pasa casi-casi lo mismo: es el fenómeno que ilusiona a las masas, da felicidad en sus victorias, se le culpa a un equipo-selección de la infelicidad de un país, es, a los once jugadores, a quienes se les implora una alegría, una sonrisa. Pero además de estos elementos, falta un punto más y es éste en donde la distancia con una fe específica es amplia: une personas.
Las diferentes religiones, hablando a nivel general, no han logrado –y sinceramente no creo que lo hagan- unir a las masas en un fin específico. El soccer une no a masas, sino a la mayoría de la humanidad detrás de un balón. Si bien es cierto que en algunos casos se presenta la violencia tras un partido polémico o una derrota es más el porcentaje de unidad. El mundo estos meses –junio y julio- se ha concentrado en un sólo país: Sudáfrica. Todas las miradas y podríamos decirlo, todos los caminos, conducen a la sede mundialista, caminos terrestres, aéreos, informáticos, televisivos… todo, absolutamente todo, tiene un tinte africano.
En mi país –México- por ejemplo, el fútbol paraliza al país cuando juega la Selección Mexicana. Las empresas autorizan ver el partido en las oficinas, los noticieros terminan más pronto para dar cabida a la trasmisión mundialista, el senado legisla leyes en contra de todos los mexicanos aprovechando que la atención del país está centrada en ver a veintidós personas corriendo tras un balón. El fútbol detiene todo.
Las empresas aprovechan el boom mundialista haciendo un extraordinario marketing. Hablan en los comerciales del orgullo nacional comparándolo con una victoria ante algún rival importante en el mundial y lo peor es que la gente se lo come. Les dicen que la Selección somos todos, y esos todos se la creen. No deja de ser más que un partido y ellos, los jugadores, representan a la Federación Mexicana de Fútbol, no al país llamado México. Pero independientemente de esto no podemos demeritar la unidad que genera un encuentro de fútbol. Al caminar por la calle vemos un sin fin de personas con la playera de la selección puesta, las banderas se ven más que cuando festejamos el inicio de la independencia, todo buen mexicano se siente patriota. Esto es algo que ninguna religión ha conseguido: unir a un país, un continente, al mundo en pro de un mismo fin, anhelar una victoria.
Como conclusión: el fútbol es el verdadero opio de la humanidad, al menos de este nuevo siglo ya que hace lo que una buena droga, aparte es legal y une, verdaderamente, a la humanidad, cosas que todavía no logra ninguna religión ya que en algunos países ciertas religiones son ilegales y generan -los diferentes credos- más guerras que uniones.
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